Esta entrada es muy importante para mí. Y muy complicada. Hace
poco tiempo que decidí enfrentar a uno de mis peores enemigos: mi ansiedad ante
la muerte. Es algo que me persigue desde hace años pero que, últimamente, se ha
recrudecido y que, por decisión personal y animada desde la conversación que tuve
con un amigo que me contó la experiencia personal de su padre, decidí enfrentar
de una vez por todas.
Me cuesta escribir esta entrada porque, aunque ya he hablado de temas personales en el blog, este me da reparo, es especialmente personal. Pero es importante que escriba la entrada porque en ella quiero
resumir todas las ideas que trato de interiorizar día a día para recurrir a
ellas cuando tenga recaídas y porque ojalá sirvan para ayudar a cualquier
persona que sufra ansiedad ante la muerte.
MI EXPERIENCIA.
Todos somos conscientes en el fondo de que la muerte acecha
pero intentamos pasar de puntillas a su lado y no acercarnos mucho. Mejor no
pensar demasiado en ella. Y es que, como dice Irvin D. Yalom, catedrático de
Psiquiatría en la Universidad de Stanford, mirar a la muerte de cerca es como
mirar al sol: no aguantamos mucho rato sin quemarnos.
La mayoría de la gente recuerda el primer momento en el que
es consciente de que la muerte existe. Suele ocurrir cuando somos muy pequeños;
con la muerte de algún abuelo, de alguna mascota… empezamos a plantearnos qué
es lo que pasa. En mi caso fue con la muerte de una tía bisabuela a la que yo quería
muchísimo. Se llamaba Áurea (curioso nombre, ¿verdad?). Y, a pesar de mi horrible
memoria, nunca he olvidado el olor a las flores que rodeaban su ataúd. Aún hoy
de vez en cuando me viene ese olor y experimento una sensación extraña. Yo
tenía 9 años.
Según muchos estudios, durante la adolescencia estamos
demasiado ocupados buceando entre hormonas y el tema de la muerte suele desaparecer
de nuestra mente hasta más o menos la treintena.
A mí me tocó diez años antes. Cuando tenía 20 años la muerte
repentina de mi padre fue como si la Parca en persona se me apareciera,
rompiera con su guadaña la burbujita en la que había vivido hasta entonces y me
dijera “Si él puede, todos los que te rodean y tú, tú misma, también”.
Desde entonces he ido desarrollando poco a poco una gran
ansiedad frente a la muerte. Al principio lo notaba menos en mis carnes y tenía
más miedo por mi madre o mi hermana. Cada vez que tenían alguna revisión médica
yo estaba nerviosísima. Además empecé a tener cierto pánico a ir a los médicos,
cosa que antes no me ocurría.
Poco a poco fue creciendo hasta hace un año más o menos, cuando
tuve lo que ahora puedo reconocer como dos ataques de ansiedad. ¿Cuáles fueron los
síntomas? Despertarme a las 3 de la mañana muchas noches empapada en sudor y con el corazón a
mil por hora, agobiada ante la certeza de mi propio final, desarrollando
incluso síntomas como náuseas, mareos o escalofríos. Pesadillas. Caras de
monstruos. No sabía si estaba soñando o despierta. Miedo a irme a dormir por la
noche. Incluso hasta llegar a tener la certeza de tener los días contados y
sentir cómo absolutamente nada de lo que me rodeaba tenía sentido. ¿Por qué?
¿Para qué? Si al fin y al cabo, se va a terminar. ¿Alguien se reconoce?.
¿POR QUÉ TENEMOS MIEDO A LA MUERTE?.
Esta pregunta sonará estúpida. ¿No es obvio? Todos tememos a
la muerte pero, ¿por qué afecta de peor forma a algunas personas? Puede haber
mil motivos pero muchas veces se presenta alguna de estas situaciones:
- Experiencia que nos haya acercado de forma especialmente traumática a la muerte (un familiar fallecido, una enfermedad grave, presenciar accidentes...etcétera).
- Personas muy controladoras que no pueden afrontar algo como la muerte, que no depende de ellos, que no pueden controlar y cuyo resultado, encima, es desconocido.
- Personas que no viven la vida que habían soñado y que siempre están esperando al futuro para cambiar lo que no les gusta de su vida. Cuando se dan cuenta de que no tienen tiempo para cambiar, no son capaces de asimilarlo.
- “Las elecciones excluyen”. Detrás de cada sí hay un no y eso es lo que paraliza muchas veces a la gente a la hora de tomar decisiones. Nos cuesta muchísimo asumir la renuncia como parte de nuestra existencia… renuncia en todo, relaciones sentimentales, en el trabajo… ¡cómo no nos va a costar asumir la renuncia a vivir!.
SUPERAR EL MIEDO A LA MUERTE.
¿Por dónde empezar? Esto también es bastante obvio, empecé
por Google xDDD. Visité muchas páginas y en varias de ellas hablaban del libro
“Mirar al sol” de Irvin D. Yalom. No es fácil de encontrar y, mientras me lo traían,
lo intenté con otros como “El libro de la vida y la muerte” de Osho. Y no, lo
siento, soy demasiado terrenal y poco espiritual para que frases como “La ilusión
de la muerte es un fenómeno social. Ves morir a un hombre y te piensas que está
muerto pero como tú no lo estás no
tienes ningún derecho a pensar de esa manera” me ayuden en lo más mínimo. No lo
he tirado no sé por qué.
El libro de Yalom es diferente, habla para gente de a pie,
lo cual es de agradecer.En esta entrada trataré de resumir las principales ideas en
las que me quiero centrar para sobrellevar el
miedo a la muerte.
MORIR ES COMO NACER.
Ahora mismo, la posibilidad que me
resulta más probable es que, cuando muera, pase al mismo estado en el que
estuve antes que nacer. En palabras de Nabokov “La cuna se mece sobre un abismo
[…] nuestra existencia no es más que una fugaz rendija de luz entre dos
eternidades de oscuridad”. ¿Por qué será que nos preocupa tan poco la primera
oscuridad y tememos tanto a la segunda?
Además, ¿por qué temer a la muerte si nos es imposible
percibirla? No vamos a ser conscientes de nada, como cuando no habíamos nacido
y nuestros padres vivían sin nosotros.
Evidentemente con esta idea sola no vamos a ningún lado pero
es un comienzo que, a pesar de que es puro sentido común, a mí me tranquiliza.
NO PUEDES LLEVARTE NADA DE LO QUE RECIBISTE, SÓLO LO QUE DISTE.
Esta es una de las ideas más poderosas para mí y la quiero
introducir con cuatro historias.
“Everyman” (obra de
teatro medieval).
La muerte le anuncia a Everyman que ha llegado su fin pero
él se rebela y le pide que lo posponga. La muerte le dice que buena suerte :-D
y Everyman contesta que por lo menos le permita llevarse a algún amigo que le
acompañe (muy majo Everyman, muy considerado xDDD). La muerte sonríe y le dice
que adelante, que si consigue encontrar a un amigo que esté dispuesto a
acompañarle, que lo permitirá.
Everyman intenta entonces convencer a sus
grandes amigos Bienes Terrenales, Belleza, Fuerza y Conocimiento pero éstos se
niegan rotundamente. Sólo uno, “Buenas Obras”, accede y le acompaña en su
último viaje.
Invitación a comer.
Un padre siempre invitaba a comer a sus hijos a un buen
restaurante. Pasaban una agradable tarde en familia y, cuando se lo agradecían,
él siempre contestaba que no se lo agradecieran a él si no a su abuelo, que
siempre invitó a comer a sus hijos, decidiendo él continuar con la misma
tradición.
Vive en ti.
A los pocos meses de morir mi padre intenté salir de fiesta
con mis amigos y no pudo salir peor ya que el alcohol sacó lo peor que llevaba
dentro. Terminé sentada en el borde de un paso de cebra del Paseo de la
Castellana junto a un amigo y no especialmente el mejor, pero es curioso que ese
día estuviera precisamente él, que había sufrido la muerte de su hermano mayor
hacía años. No sé por qué pero en ese momento, de todo lo que se me pasaba por
la cabeza, lo único que me salió contarle atropelladamente mientras lloraba, fue cómo mi padre, cuando se acercaba la hora de mi llegada a casa y oía el
ascensor, se asomaba por la mirilla para ver si era yo y de esa forma, en
cuanto yo salía del ascensor, no me daba tiempo ni a meter la llave porque ya
me abría él con una sonrisa en la cara. Le contaba a mi amigo cómo echaba de
menos eso. Cómo aún esperaba que se abriera la puerta pero ya nunca pasaba. En
aquel momento mi amigo, que había sufrido la muerte de su hermano y que sabía
más de lo que yo creía, me dijo que en vez de entristecerme por ese recuerdo,
que lo hiciera yo, que abriera la puerta por sorpresa a los demás. “Así él vive en ti.
Es una forma de mantenerle vivo”.
Búscala entre sus
amigos.
Una chica daba un discurso en el funeral de su madre y recordó una de sus
frases favoritas: “Buscadla entre sus amigos”. Mirad entre sus amigos
y reconoceréis sus gestos, sus enseñanzas, su historia, su vida y su huella. Ella vive entre sus amigos, buscadla ahí.
La conclusión de las cuatro historias es la misma. El dejar
huella en la gente que tiene la oportunidad de conocerte es, en cierto modo,
una forma de seguir con vida aún después de muerto. Sigues vivo a través de tus
amigos, ya sea por lo que les has enseñado, por lo que les has aportado, por lo
que han vivido contigo. Mi padre sigue vivo porque no hay día que no le recuerde
y porque muchas veces intento seguir su ejemplo y comportarme conforme a lo que
me enseñó.
Nosotros (me incluyo) que buscamos refugio en la religión
que, no nos engañemos, nos ayuda a creer que nuestra vida continuará después de
morir, constituyendo un medio para no asumir el final, para evitar la renuncia
… Nosotros tenemos delante de nuestras narices una manera de ser realmente
eternos. Que nos busquen entre la gente que nos conoció.
Y nunca es tarde. El libro habla de enfermos terminales que
deciden convertirse en un ejemplo de cómo morir con dignidad, que transmiten
lecciones de vida a los demás y que dejan una huella imborrable.
¿POR QUÉ ESPERAR A LA MUERTE PARA DAR GRACIAS?.
¿En cuántos funerales no habéis deseado que la persona fallecida estuviera ahí para escuchar lo que pensaban los demás de ella? ¿Por qué esperar a la muerte para dar gracias? El libro plantea un ejercicio (que suele hacerse en grupos) que me pareció muy bonito y que practicaré.
Piensa en alguna persona viva por quien sientas una intensa gratitud que nunca expresaste. Dedica diez minutos a escribirle una carta de gratitud a esa persona; luego acércate a otro del grupo y leeros la carta el uno al otro. El paso final es hacerle una visita al destinatario en el futuro cercano y leerle la carta en voz alta.
MUERE EN EL MOMENTO JUSTO.
Lo que más me atemoriza (además de separarme de la gente que
quiero) es el no haber vivido bien la vida o no haber vivido lo suficiente. Si
esto está pasándote lo que no hay que hacer es obsesionarse con el
arrepentimiento por el pasado si no mirar al futuro (por corto que sea) y
pensar qué puedes hacer en tu vida para vivirla de verdad a partir de ahora.
Es decir, hay que aprovechar el enfrentamiento con la muerte
para aprender a vivir: “La manera de valorar la vida, la manera de sentir compasión
por los demás, la manera de amar cualquier cosa con más profundidad es ser
consciente de que estas experiencias están destinadas a perecer”
Como decía Nietzsche: “Conviértete en quien eres. Consuma tu
vida. Muere en el momento justo. Cumple contigo mismo, realza tu potencial,
vive audaz y plenamente. Entonces, y sólo entonces, muere sin lamentarlo”.
Nunca es demasiado tarde. Nunca eres demasiado viejo.
Esto es todo por ahora. En esto he estado trabajando y seguiré haciéndolo.
Es un proceso difícil y noto que enfrentar todo esto, pensar en ello, escribir, hablar sobre ello, me
produce tensión y llevo unos días bastante nerviosa. Pero, por otro lado, gracias
a estas ideas siento que, por primera vez, tengo algo a lo que aferrarme, algo
en lo que centrarme para poder convivir con el miedo que sé que nunca
desaparecerá del todo.
Si me dedico a vivir seguir viviendo como quiero vivir,
sin miedos, sin arrepentimientos, tomando decisiones valientes y tratando de
dejar una huella positiva en los que me rodean, moriré sin lamentarlo.
Sé que ha sido una entrada un poco negra pero me ha ayudado mucho
ordenar mis ideas y, lo dicho, si por casualidad alguien que comparta mi problema
pasa por aquí y le sirve de algo, seré muy muy feliz.
Mientras tanto ...
No dejaremos de explorar.
Y el fin de nuestra exploración
Será el de llegar al sitio desde donde partimos
Y conocer el lugar por primera vez.
T.S.Elliot.
Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia
por lo que la muerte nos hace pensar de la vida.