Y no nos hemos arrepentido. No hemos podido caminar todo lo que nos hubiera gustado porque, por culpa de las incesantes lluvias de los días anteriores, estaba todo lleno de barro y encharcado. Por las rocas caían riachuelos y todo estaba muy resbaladizo.
Como muestra, un botón:
Aún así el barro nos ha regalado momentos impagables, en especial uno. La visión de mi hermana con las manos hacia arriba cual protagonista de "La princesa y el guisante", yendo cuidadosamente de tronco en tronco, y de roca en roca, esquivando el barro, ya auguraba momentos de risa, como cuando se ha quedado atrapada subida a un tronco buscando desesperada a su alrededor donde pisar a continuación. Por supuesto estamos hablando de troncos de un tamaño ridículo, con lo cual era mucho más gracioso verla saltando de uno a otro.
Pero lo mejor ha sido cuando, a pesar de su increíble maña para no rozar el inmundo barro, al final se ha acabado resbalando y cayendo en medio de un lodazal. Lo dicho: im-pa-ga-ble.
Después de ese momento nos hemos quedado las tres riéndonos juntas, y hemos empezado a bromear sobre nuestra baja forma y, no sé bien cómo, hemos terminado recordando a mi padre.
R: "¿Os acordáis de cuando decía que él no estaba gordo, que él estaba "atlético"?".
L: "Jajajaja, ¡sí lo recuerdo!".
M: "Y se ponía a meter tripa".
R: "Sí, y era cómo, papá, ¿puedes volver a respirar?".
L: "Y el barrigón volvía a hacer acto de presencia".
Y después, reímos a carcajadas abrazadas las tres. Y con esas carcajadas, me llenó por dentro la sensación de que él estaba con nosotras en ese momento, acompañándonos y quejándose con aquel tono de enfado simulado que siempre ponía cuando le tomábamos el pelo.
Volver a estar los cuatro juntos, aunque fuera un momento, aunque sólo fuera una sensación, ha convertido este día en el mejor de la Semana Santa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario